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RESEÑA | Deadpool 2

Por Víctor Mercado

Más grande, más cargada de todo y menos tomada en serio.

Con el único fin de entretener a un público sediento de sangre y mucho humor negro, Ryan Reynolds regresa en la secuela del antihéroe Deadpool para burlarse hasta de sí mismo, utilizando todos los recursos posibles para reírse del estudio que lo creo y de muchos productos de su casa, e incluso de la que no es suya.

Wade Wilson se encuentra destrozado tras una pérdida importante para él, y acepta ir con Coloso para unirse a los X-Men. Durante su entrenamiento para ser un “mutante oficial”, se encuentra con un joven llamado Nathan, y como primera misión, debe evitar que el muchacho desate su ira y destruya lo que encuentre a su paso con sus manos de fuego. La tarea parece fácil, hasta que aparece un viajero del tiempo llamado Cable, que quiere matar a Nathan.

Satisfactoriamente, Deadpool 2 hace homenaje al título de secuela, es una historia que continúa, que camina y que no trata de rebasar a su predecesora ni apantallar al público. Literalmente, secunda el arco emocional como columna vertebral de la cinta, en una etapa de introspección del protagonista, ahora enfocado hacia una ilusión familiar. Con una narrativa fresca, que saca de la rutina de las películas que vemos de superhéroes, y una vez más, complica la existencia del mismo Wade conforme avanza la trama.

Las escenas de acción cumplen tanto como la comedia, y las referencias a la cultura pop se anuncian en casi todos los diálogos; el uso de la cuarta pared y la autoconsciencia del personaje generan una experiencia que estaba bien probada en la primera entrega de la saga.

Los efectos especiales nuevamente son eficientes y Ryan Reynolds es un encantador amigo antihéroe que todos queremos en nuestras vidas. Otro de los aciertos de Deadpool 2 son los nuevos personajes, destacando los “poderes” de Domino, una joven cuya habilidad es tener suerte y mover todo a su favor.

Deadpool 2 es para divertirse, no tomarla en serio, dejarse llevar con el humor negro y salir de la sala con un buen sabor de boca.

 

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