La nostalgia es el plato fuerte en esta entrega, acompañada de una empática dosis de humor familiar.
Christopher Robin, un reencuentro inolvidable, llegó por fin a las salas de cine, con la intención de hacernos reflexionar y cuestionarnos sobre la importancia que tiene disfrutar la vida.
Christopher Robin (Ewan McGregor), el pequeño niño cuyo pasatiempo favorito era divertirse con sus peculiares amigos de peluche en el bosque de los cien acres, ha crecido, y poco a poco se aleja de la promesa que algún día hizo a su mejor amigo, Winnnie the Pooh, nunca olvidarle.
Ahora como padre de familia y un gran puesto en la empresa para la que trabaja, Robin se convierte en un hombre ocupado, lleno de estrés, culpa del mundo capitalista en que le toca vivir, arrastrando incluso a su familia en la preocupación del futuro, orillando a su hija a fijar sus esfuerzos en el estudio, con muy pocos momentos de descanso y diversión.
La visita inesperada de Pooh, rompe con los planes laborales de Christopher Robin, para ayudarlo a encontrar a sus demás amigos, quienes han desaparecido del bosque de los cien acres.
Es claro que Christopher Robin, no es una película especialmente dirigida a los niños, sino a los adultos que se han olvidado de ser niños, tal como el protagonista, inmersos en el mundo laboral, muchos de nosotros hemos dejado de lado cosas tan simples como importantes.
Si bien es una premisa que ya hemos visto infinidad de ocasiones en la pantalla, esta película apela a la nostalgia. Tiene esa esencia de filosofía infantil que seguro hará que te “caigan algunos 20’s”, pensando en cuanto nos hace falta, simplemente fluir con la vida.
Confieso no haberla esperado con grandes expectativas, sin embargo, me ha sorprendido gratamente, y no creo que todos reaccionen de la manera , porque a final de cuentas es un nicho que no a todo mundo gusta, pero si es disfrutable y hasta cierto punto ligero en la narrativa.
Los personajes del bosque son sumamente entrañables, esa personalidad con la que los recordamos se hace presente, y es que aunque Winnie es sin duda la estrella, todos los demás (particularmente Igor) nos sacan en algún momento una nostálgica sonrisa.
El guión no es tan profundo, pero entiendo que el objetivo tampoco lo es. Ewan McGregor, nos transmite un creíble Christopher Robin, que ha crecido con ese toque de amargura y agobio, pero que logra conectar con su pasado y sus amigos cuando el momento lo amerita.
Sin más pretensiones, que recordar a los tiernos personajes de peluche hace de Christopher Robin, un verdadero encuentro inolvidable y una buena opción para visitar las salas de cine este fin de semana.