Apalancados de un montón de ingredientes “latinos”, llega una nueva cinta del Universo Warren, que dista del terror, convirtiéndose en una involuntaria comedia televisiva.
El cine estadounidense, una vez más toma todos los elementos clichés de Latinoamérica para presentar -con flojera- una historia que nunca profundiza en su relato, ni en los personajes y además, recicla todos los recursos de sustos conocidos en la industria, para tratar de “terrorificar” a un personaje con una caracterización más chistosa que temible; además de efectos especiales dignos de los programas televisivos de las 4:00 p.m.
La Maldición de la Llorona se ambienta en la década de los setenta –época comprobada para una cinta de terror-, presentando a Anna García (Linda Cardellini), una trabajadora social que “se pone en el radar” de La Llorona (Marisol Ramírez), tras un caso de asesinato de los hijos de Patricia (Patricia Veláesquez). La nula superstición americana está presente durante toda la cinta, donde, a la par que se intenta convencer a la protagonista de que el ente de una mujer traumatizada por ahogar a sus hijos es real, pareciera que también intentan convencer al público, pero lo llevan de una forma desangelada y sin solidez en el argumento.
El silencio antes de un estruendoso golpe, los movimientos de cámara lentos y las miradas fijas en la oscuridad para que aparezca algo, son algunos de los recursos de la cinta, que si bien, por supuesto sacan un susto, lo hacen por su estruendosa aparición. A estas alturas, podemos considerar que los espectadores estamos “curados de espantos”, que eso ya no hace taquillera a una película y que, con una oferta de contenidos de terror en plataformas de streaming, este cine le falta el respeto a quien paga un boleto por estar en la butaca.
Si bien Hollywood no se destaca por hacer venerables los símbolos religiosos y de curanderismo, en esta cinta se esfuerzan demasiado por incluirlos, sólo para justificar una historia que por nada, se acerca al miedo que nos provocaba escuchar la leyenda cuando niños bajo la oscuridad.
Uno de los componentes más desaprovechados es justamente la historia núcleo de La Llorona, esa que incluye la desesperación de una madre para tener que ahogar a sus hijos y el trastorno que se causa después. Además de llevar el personaje de Patricia al estigmatizado papel de latina pobre, vengativa, desaliñada en su cuidado personal y supersticiosa.
Lo que sí logra La Leyenda de La Llorona es generar risas -seguramente involuntarias-, lo que la convierte entretenida película, muy distante del terror – y por supuesto nada cerca de El Conjuro-, pero que puede hacer pasar un buen momento en la sala entre amigos.
Spoiler alert: No van a escuchar el cantadito “Aaaay mis hijos” en la cinta.
